“Mujer, madre, bandera, himno”, decía una nota que hablaba sobre la mirada de la mujer madre. La frase me quedó grabada hasta hoy. La autora explicaba que una mujer, en el momento en el que se convertía en madre, pasaba a ser un objeto sagrado, sin deseos, sin profesión, sin sexualidad. Era un ser que debía vestirse con recato, como “una señora” (eufemismo de seria, formal, mayor), sentarse con las piernas cruzadas y mantener el decoro en todo momento. Y lo explicaba para cuestionarlo, para decir que no, que ella no iba a ocupar ese lugar, que de hecho no lo ocupaba. ERA UNA INVITACIÓN A DESPRENDERSE DE LA SOLEMNIDAD Y ABRAZAR EL DESEO, DE DAR A ENTENDER QUE EL SER MADRE NO CLAUSURA OTRAS ÁREAS EN DONDE SE EXPRESA Y SE REALIZA UNA MUJER.
Me acuerdo seguido de esa nota y quise compartirlo estando tan cerca del Día de la Madre (que en la Argentina se celebra cada tercer domingo de octubre). La nota que cito se publicó en los 80, cuando todo esto, que hoy parece tan fuera de época, era parte del sentido común. Ese texto era verdaderamente disruptivo.
El sentido común hoy avanza sobre conceptos más amables y justos para con las mujeres. La maternidad es uno de los roles que alguien puede elegir desplegar, que no anula el resto de sus posibilidades y deseos como persona. Y hablamos tanto de mujeres nacidas biológicamente como tales, como de aquellas que se autoperciben y autopercibidas. Hay madres cis, heterosexuales, lesbianas, no binarixs, trans y también las que están averiguando sobre su identidad. Hay niñxs que conviven con madres solas, con madres en pareja con varones, con otra mujer, con comunidades en donde hay más de una madre y en una variedad de situaciones. Son niñxs que se desarrollan plenamente y con felicidad.
Y de eso se trata. De vivir vidas plenas dando alimento, abrigo, límites, cariño. De leerles un cuento, de reírse hasta que duela la panza, de decir que basta ya de caramelos, de ponerse serixs cuando lxs encontramxs jugando a ver qué tiene adentro un escarabajo y explicar que no se maltrata a nadie. De aceptar que a veces se vistan solxs aunque no combinen los colores y que no quieren ser bailarinxs ni estudiar música, como hubiéramos querido nosotrxs y que no les guste la berenjena ni en milanesa.
Se trata de ejercer la maternidad elegida, respetando las necesidades y deseos de los chicxs y también las propias. De ser madre y también peluquerx, abogadx, deportistx, amigx, viviendo plenamente en cada uno de los espacios en los que nos movemxs. Son tiempos en los que, a fuerza de pelear por los derechos de las mujeres, eso ya nos parece parte del sentido común. Qué bueno ser parte, ¿no?
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