Los baños eran de nenas o de varones, la ropa era rosa o celeste. Íbamos a la escuela, a clase de inglés, a piano. En cada lugar teníamos amigas o amigos y a nadie se le ocurría que pudiera ser de otro modo.
ESTABA TAN NORMALIZADO QUE SE ERA VARÓN O MUJER, QUE NO HABÍA ESPACIO PARA SIGNOS DE PREGUNTA.
Estaba tan normalizado que otras que eran otros, otros que eran otras, otras que eran otres, se guardaban las preguntas para evitar el rechazo, mientras sufrían en silencio.
En la Argentina, desde fines de los ’60, el 20 de julio celebramos el Día del Amigo. Y aunque siempre fue un festejo mayormente motorizado por mujeres, que organizamos eventos y regalitos para las amigas, nunca se nos ocurrió cuestionar el uso del masculino. Tuvo que llegar un movimiento de ampliación de derechos, de visibilización de personas que no se identifican como varones o mujeres para que empecemos a hablar llanamente de amistad. Y sin dudas es un proceso para aplaudir.
Soy de las que creen en el reconocimiento diario a la amistad. Y no solo es creencia, es ejercicio. Es estar cuando me necesitan, es ofrecerme cuando no me lo piden, es aparecer como sostén, en vínculos de ida y vuelta. Sin embargo, este año, en el que todavía andamos encerrados, elegí hacer dos regalos para celebrar la fecha. Para Mariano elegí un morral Laredo, sé que le va a encantar tener sus cosas organizadas en sus bolsillos pero todo en un solo lugar cuando va a ver clientes. A Romina, que tiene tendencia a cargar cosas que no necesita, pienso que le va a venir bárbaro una phone bag Lima para cuando sale a caminar por el parque a relajarse. Ahí solo necesita llaves, celular y billetera y esta opción es ideal porque es tan linda que va a querer llevarla pero no va a ir con peso innecesario.
Celebro que me hayan tocado tiempos en los que vivimos más libres de etiquetas innecesarias, que permiten a las personas no binarias sentirse más a gusto en comunidad. Celebremos la amistad, que de eso se trata.
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